Mi cincuenta cláusulas 103

A la excursión planeada con el grupo de montañistas se le unió Isaac y sus padres. Un recorrido hacia la montaña más alta de Nueva Zelanda, para llegar a la base del Monte Cook, donde con monitores, realizarían una pequeña escalada en varios tramos.

Ambas despertaron temprano esa mañana y desayunaron aprovechando los primeros rayos del sol. A la hora prevista, Minerva discutía con varios del grupo el itinerario a seguir, mientras Julia disfrutaba de su segunda taza de café. En pie a las puertas de su modular, contemplaba a Minerva sonriendo por dentro. Podía reconocer sus nervios provocados por el entusiasmo de embarcarse en una aventura montañera, y eso la hacía aún más encantadora. Mirándola, sólo dejó de hacerlo cuando noto una pequeña mano palmeandole el culo. Extrañada miro para abajo y ahí estaba el pequeñajo rubio de constante sonrisa picaresca.

- Buenos días, Isaac- lo saludo frunciendo el ceño. El nene se abrazaba a una de sus larguísimas piernas- ¿Estas cansado?

- Jijiji- río pillin el mocoso, restregando la carita en el muslo de la magnate- Te abrazo, nada más-le contestó sin soltarla aún medio a despertar. Como nene que es, no entendía y ni siquiera se fijaba en la rigidez de la magnate, extrañada por tan improvisada muestra de afecto- Julia- volvió a palmearle. Sus botas esperaban que Julia le echase una mano, abrochándoselas.

- Voy...¿aún nos sabes ajustarlas?- hablo agachándose para fijarle las botas y ahora el abrazo, lo recibía en su cuello- Pegajoso- se metió con él, pasado el bache de la primera impresión.

- Soy pequeño, Julia.

Pequeño pero capaz de dejar parada a Minerva, situada apenas a unos metros de la bonita estampa que ambos le regalaban sin saberlo. La madre de Isaac a su lado, se fijó en el repentino embobamiento de Minerva, viendo a los dos.

- Se han caído muy bien, este par- dijo a Minerva en total confianza. Días en el complejo, compartiendo tiempos sueltos y ambas habían conectado tanto como los dos a los que continuaban mirando.

- Mucho- murmuró emocionándose y dejó de mirarlos para hacerlo en silencio con la madre de Isaac- Joder- exclamó resoplando. O se sacudía la emoción o lloraría como pava.

- Luna de miel, un peque abrazándola, es normal que te duelan los ovarios- la animo acariciándole el brazo la mujer.

- Jajaja, lo jodido es que hasta tu hijo, mis ovarios estaban dormidos y ahora parece que quieran gritar.... Dale un hijo jajaja, es de locos- se limpio las atrevidas lágrimas que escapaban de sus ojos y no exagero lo más mínimo. Incluso había llegado a soñar con Julia y un pequeño bebé.

- Todo es hablarlo- siguió animándola la mujer, sin saber la verdadera razón de la emoción de Minerva.

- Uff...esta claro que ya es un tema pendiente entre ambas...pero- se detuvo volviendo a mirarlos. Ahora Julia preparaba una taza imagino que de leche para Isaac- Ahí donde la ves, que un niño la abrace es todo un acontecimiento para ella.

- Ah- murmuró la mujer variando su mirada entre una y otra. Estaba claro que Julia no era una mujer al uso. Extremadamente educada, de escueta conversación y poco contacto. Había algo más, que ella no podía saber.

- No...- negó Minerva más para ella que para la mujer- Si es que...yo además estoy volcada en mi carrera, ella se la pasa volando de un sitio a otro y jamás ha pensado en tener una familia...es una tontería....que estaré ovulando- concluyó intentado auto-convercerse y la madre repitió un "Ah" que venía a significar, una vez te duelen los ovarios, no hay vuelta atrás.

Ambas volvieron a la tarea de preparar la excursión y revisar que todo estuviese en las furgonetas que usarían. Dado la buena conexión entre ellos, el matrimonio, padres de Isaac, optaron por la coqueta furgoneta de Minerva y Julia.

Para Isaac fue un subidón compartir más tiempo con Julia y sentado en su sillita, no dejó de estar atento a cada cosa que hiciera ésta.

- Oh...ahora es cuando me convierto en Willy The Fog- dijo al pequeño subiéndose al asiento de conductor- Tú ni sabrás quien es.

- Si que lo sé....Son, ochenta días son- canto sorprendiendo a Julia, la canción de los dibujos preferidos de ésta- Jejeje, ¿daremos la vuelta al mundo?

- Podemos intentarlo- contestó derretida con el pequeño y le faltaron manos para coger su móvil y buscar la canción. En el primer trayecto y ante las risas de Minerva, esa canción fue la absoluta protagonista del viaje.

A pesar de lo planeado que tenían el recorrido, lo alteraron al divisar varios puntos de interés que habían omitido en sus cálculos, como la imprescindible parada en el Lago Pukaki, donde MInerva obtuvo las mejores instantáneas del monte a escalar. Fue pasado el medio día que llegaron a la base del Monte Cook.

Encima de sus cabezas, un pico a mas de tres mil setecientos metros, plagado de nieve brillante y centelleante, por los rayos de sol cayéndole directo. Según lo hablado, subirían con los equipos unos quinientos metros y desde el campo base, situado a esos metros, probarían varias líneas de escalada.

Julia prestaba atención a lo que los jóvenes iban explicando sin entrometerse. No tenía ni idea de escaladas, lineas, ni campos base. Aunque la presencia de Isaac con ellos, empezó a causarle temor. Temor que achacó a su nula experiencia con niños. Si sus padres lo habían traído, es porque ningún peligro correría, pero aún así, todo empezó a antojarsele peligroso para el nene y entonces si, se entrometió haciendo participe al resto de sus temores.

Que el nene subiese con ellos, fue resuelto por sus padres, lo haría con el arnés de seguridad ya puesto y en cuanto a la escalda, el nene se limitaría a verlos subir. Más calmada, se rió de si misma. Los nervios por el nene se contagiaban por Minerva.

- Habrá que subir y cuanto más arriba más frío hará- le había dicho a Minerva intentado que ésta optara por no escalar.

- A ver...estas jodidamente encantadora preocupándote por todo, pero los chicos tienen sobrada experiencia, no pasará nada y sera todo muy suave- fueron las palabras de Minerva y fueron los besos tras ellos, los que tranquilizaron a la magnate.

Tranquilidad que no duró mucho. Conforme subían los metros a pie, la magnate comenzó a sentir un mal presentimiento. El pico parecía sobrecargado de nieve y el sol no daba tregua. Caía constante y abrasador sobre ellos. Dudo si hacer público su mal presentimiento, preguntando por los riesgos de alud, pero al final optó por no asustar al resto. Pero, no se guardó de certificar ella misma que el arnés de Minerva estaba en perfectas condiciones y perfectamente ajustado a su cuerpo y por igual, hizo con Isaac. - Jajaja, Julia tienes hasta mala cara...es sólo un poco de aventura- le había dicho Minerva, al verla sería y poco participativa.

- Vale...pero no te separes de mi- le indicó ella, queriendo sacudirse el temor cada vez más presente.

Dos horas más tarde, Julia se maldicería una y otra vez, cuando sus presentimientos se hicieron realidad. Una realidad demasiado trágica. Un alud cayó sobre ellos, enterrándolos entre kilos y kilos de nieve.